jueves. 28.03.2024

Hay personas de buen comer que satisfacen su hambruna cuantitativamente. Es decir: el caso es echar al coleto cuanta más cantidad de alimentos mejor, pero sin tener demasiado en cuenta la calidad de aquello que está ingiriendo. Son personas felices cuando tragan al por mayor.

Descuidan el físico. Incluso se enorgullecen de la obesidad creciente. “Mi trabajito me está costando”, suelen comentar entre bromas y veras. Tampoco se inquietan excesivamente al respecto de que los abusos alimenticios vayan en detrimento de la salud. Y eso que hablar de salud ya son palabras mayores.

Pero el colesterol y sus síntomas son términos que suenan en otro idioma, ininteligible para ellos. La cosa es comer en sucesivos fiestones pantagruélicos. Ponerse hasta arriba, hasta los ojos, de grasa o no grasa, tampoco importa demasiado. El caso es masticar en cuarto creciente, a horas y deshoras, a tiempo y destiempo, tres veces al día o seis veces al día. La felicidad estriba en la cantidad. La cantidad es directamente proporcional a la felicidad.

Todo fuera eso. Si la obesidad tiende a ser mórbida, no es motivo de alarma. Al menos de una alarma excesiva para quienes sonríen de oreja a oreja cuando toman asiento en la mesa del almuerzo. Ya irán menguando alimentos en un objetivo que casi nunca se cumple en su justeza. Los comilones apenas hacen asco a nada y por ende no son delicados ni antes ni ahora.

Cuando un comilón se siente robado

No suelen hablar mientras saborean o no saborean. Se muestran concentrados en su fuero interno. No se distraen. No pierden la vista de los platos que por derecho les pertenece. Compartir raciones no es opción válida. Lo numérico aquí también cobra su importancia. El mismo número de chocos fritos para cada cual. Un comilón se siente robado si en el compartimento de una ración al final pilla menos cantidad que el resto.

Hablamos de aquellos que tienen un saque de órdago a la hora -o deshora, incidimos- de comer. Pero luego está el otro estereotipo. La parte contraria, sin perder el compás del buen gusto por la gastronomía. Están los más exquisitos, los saboreadores por excelencia, aquellos que bien conjugan el verbo paladear…

En pequeñas dosis. Apelan a la primacía del sabor. El sabor es el rey del noble arte de comer. Para ellos no importa la cantidad. Es más: la cantidad incluso puede rondar los perímetros de la grosería. De la ordinariez. De la falta de sentido de la medida. De la falta de ética De la falta de racionalidad. De la avaricia sin ton ni son.

Sí: están los del lado opuesto. Los que gustan comer pero cualitativamente. Grandes sabores en pequeñas dosis. Apuestan por el plato de autor. Por el minimalismo de categoría. Por una excelencia de regate corto. Por un bocado de/para cardenales. Por una cocina de alta escuela.

Ingredientes que bien valen un bocado

De ahí que hayan encontrado la hamburguesa de autor en Málaga. Concretamente en Gottan Grill, una más que ambiciosa hamburguesería del lugar.  De autor. Sí, pero también la más cara del mundo. ¿Pagaría usted, estimado lector, 1.995 euros por una hamburguesa? ¿Por una sola hamburguesa? ¿Es un precio excesivo o, una vez conocidas la singularidad y la riqueza de sus ingredientes, incluso puede ser hasta módica de precio?

Veamos. 400 granos de carne pero no cualquier carne, porque está elaborada a partir de un chuletón de rubia gallega. Ternera gallega por valor de 130 euros. Cecina de Kobe valorado en 600 euros. La cecina de Kobe está considerada como la carne más selecta del mundo (cuenta con más de 12 meses de curación y un toque de humo de roble -que es así como requiere la tradición leonesa-). Los especialistas cuentan que el resultado es abrumador en tanto de apariencia de lonchas brillantes color cereza.

¿Qué más lleva esta impar hamburguesa? Pues crema de queso payoyo. Y trufa negra. Y caviar. Lleva oro comestible que cuesta 135.000 euros el kilo  (en la hamburguesa va un gramo, es decir, unos 135 euros aproximadamente). Pan con semillas. La tempura  esta hecha con Moët Chandon. Caviar iraní, valorado en 3.500 euros el kilo. Foie… Por supuesto estas hamburguesas se hacen por encargo. ¿Le gustaría probarla?

¿Pagarías 2.000 euros por una hamburguesa única en el mundo?