viernes. 29.03.2024
Santísimo Cristo de la Defensión

Dignidad penitencial en Capuchinos

"El Martes Santo cae sobre Jerez como un manto henchido de hieratismo y testimonio"

El Martes Santo cae sobre Jerez como un manto henchido de hieratismo y testimonio. Capuchinos es reclamo de devociones. La tarde derramaba entonces los más encendidos augurios de la penitencia hecha reflexión externa, el matiz de los ojos anónimos, el tamiz de la boca callada, de los labios sellados por la cerradura del silencio personal, personalizado, como opción enfatizada corazón adentro. Aceleramos el paso para abrir veredas por entre la muchedumbre.

El público tomaba cuerpo a las puertas del templo, como arremolinado bajo un cielo desafiante de progresía y siglo XXI. Presentimos cómo la cofradía permanecería ya asistida de preámbulos. Quien esto escribe consigue adentrarse en demasía hasta el mismo corazón de la intimidad. ¿Metafóricamente? Decenas de nazarenos provistos de capirote guardan extrema compostura. El interior del templo se nos antoja como un mundo diferente, al margen del murmullo de masas que bisbisean emociones en las calles colindantes.

Descubres sentimientos nuevos. Por ejemplo que la corporación de las Defensión adquiere ya su máximo esplendor desde los mismos instantes previos. Que la Semana Santa no deja de aportarnos rincones nuevos a quienes buceamos por el mar de sus posibilidades. Que la grandeza de una Hermandad también ha de vislumbrarse en el anuncio de una estación penitencial inminente.

Contrastes catequéticos: la túnica que concluye en la blancura de unos pies descalzos. Los oficiales han depositado mucha dedicación en los detalles preparativos. Semejante cuido notamos mientras la comitiva crece uniformada de parejas y atributos.

Alguien opta por rezar ante la Virgen de la O rememorando un soneto impecable de Antonio Luis Juliá: Llora estrellas la noche en relicario/ de carne de azucenas en el viento,/ y un silencio de muerte en el firmamento/ habla de luz, de amor, sobre el Calvario./ La procesión de estrellas en rosario/ resbala por la tierra su lamento,/ y en el rostro de Madre el sentimiento/ corre en fuego de nieve de sudario./ Tiene tu pena, Madre, espina y rosa/ en entraña de lirio nazarena/ a la eterna del dolor gloriosa,/ y el Nardo de Judea en su condena/ tiene un gemir para Salem hermosa/ y unos ojos de amor para tu pena.

Presiento a los antiguos del lugar: Pacote Fernández García-Figueras, Fernando Barrera Cuñado... El cortejo alecciona. Sin el Crucificado de sus amores estos hermanos mudos de puro goce maternal podrían crecer en las sombras de la existencia. Porque todos los tiempos han padecido sus noches, sus agobios mayúsculos, sus incertidumbres. Pero ellos tienen ahora la dicha de conocer de cerca la Gracia. De encontrar la verdad, su verdad. Los nazarenos de la Defensión, mientras organizaban el cortejo, seguían contemplando la luz en la que es Paz de las Almas y Reina de los Cielos.

Luz en sus ojos. Porque el espíritu encuentra alimento en ideas, en inspiraciones, en palabras escuchadas aquí y allá. Y en un sinfín de vivencias. Y esto también en todo ese mundo interior en el que el hombre, las mujeres, siempre en silencio cuando el exterior requiere mayores espacios, tienden a relacionarse con Dios. Finalmente todo volvió a suceder. La Hermandad de la Defensión siempre dignificando el lenguaje explícito de la túnica nazarena.

Dignidad penitencial en Capuchinos