miércoles. 24.04.2024

Canales Rivera: “En 2020 voy a echar una temporada muy bonita”

Entrevista al torero barbateño José Antonio Canales Rivera

Nos citamos con José Antonio Canales Rivera en el sitio donde suele montar a caballo, otra de sus pasiones. Cuando llegamos acaba de bajar de un precioso ejemplar de capa torda rodada. Dice que tiene tres sangres y el resultado es un animal fino y poderoso, con una gran nobleza. Lo asea y lo deja arrendado junto al pozo que está en medio del patio de la edificación. La arquitectura sigue la línea del clásico cortijo jerezano. En el exterior lucen olivos en medio de bien cuidado césped. Unos cuantos perros, cariñosos, corretean de aquí para allá. El sonido, casi rítmico, de los cascos del caballo contra el suelo empedrado nos va a ir marcando el tiempo de la conversación que vamos a entablar, sentados bajo los soportales. El sol ilumina, brilla y ciega.

El año 2019 has tenido dos corridas.

Sí. He toreado en Pedro Muñoz (Ciudad Real) y en Priego de Córdoba. Nunca he dejado de torear pues todos los años he hecho catorce o quince festivales y lo que más me gusta es torear, pero llegó un momento en que acabé decepcionado y en las últimas corridas no iba con intensidad ni suficiente ilusión. Me dediqué sólo a festivales pero este año que acaba de pasar, el 2019, había dos o tres motivos.

Mi hijo de catorce años, que es buen aficionado, no me había visto vestido de torero y llevaba un tiempo diciéndome que le gustaría verme así. Empecé a entrenar pronto para los festivales y me encontré tan bien y con tanta motivación que me vio el empresario El Güejareño, al que yo di la alternativa, y me dijo que le encantaría verme matar una corrida de toros. Le dije que a mí también; a los cinco días me estaba llamando para ofrecerme un compromiso. Lo afronté y me sentí como hace tiempo, aunque ahora no quiero demostrar nada a nadie y todo es más fácil.

¿Cómo se desarrollaron esos dos festejos?

Hoy día me considero hombre de suerte pero para algunas cosas, como los sorteos, no he sido muy afortunado y ahora no iba a ser menos; sin embargo, todo trascurrió muy bien. En Pedro Muñoz, con ganado de Soto de la Fuente, el primer toro le pareció a mi cuadrilla más grande que a mí, por la ilusión que llevaba, que todo lo veía bien; hasta a los defectos de los toros les veía cosas positivas y con la espada los maté muy bien. Alterné con Julio El Cordobés y El Dani, al que dimos la alternativa, y corté tres orejas pero lo importante fueron mis sensaciones a lo largo de toda la tarde, las cuales me llevaron a torear la siguiente el 1 de septiembre. En Priego me enfrenté a ganado de Torreherberos, junto a Cayetano y a Perera; al segundo le corté una oreja después de dos pinchazos y en el primero perdí otra por pegar tres o cuatro pinchazos, pero me sentí tan bien que di la sensación del que lleva veinte corridas a la espalda.

Vayamos hacia atrás. Habla de tus orígenes.

Mi familia ha estado siempre muy ligada al campo. Antes de mi abuelo mis antecedentes eran personas que trabajaban con el marqués de Tamarón en Las Lomas, de mayorales o de encargados pero a pie a tierra el primero fue mi abuelo, que toreó de novillero con caballos dos años. Lo dejó porque le coge un novillo la mano derecha y con la pezuña le corta dos dedos; así no podía sostener la muleta y la espada. Con veinticuatro o veinticinco años se casó y se acabaron los toros. Mi abuelo era conserje del matadero de Barbate, a donde todos los ganaderos, como los de Jandilla o Carlos Núñez, llevaban ganado. Compraba ganado para que torearan Riverita y Paquirri y montó en Barbate una plaza con palos de eucalipto para ellos; hizo una labor increíble con sus hijos, labor que hoy, con las facilidades que hay, no hace casi nadie. Paquirri mató su primer novillo con nueve años y partir de ahí estuvo siempre ayudando.

¿Cómo viviste tú los primeros pasos de la afición?

Creo que las primeras palabras que dije fueron “quiero ser torero” y no me arrepiento. Me costó, porque mi abuelo era reacio. Con trece años dejé el colegio en séptimo de EGB y me fui al campo para ayudar a mi abuelo con los caballos, las vacas, el tractor, a arar, a sembrar; pasaba las semanas y las semanas sin bajar al pueblo. Lo que hacía era entrenar porque lo que quería era ser torero.

Un día fui a Cádiz a ver a mis padres, que llevaban año y medio viviendo allí. En la calle vi al maestro Rafael Ortega, con su gorrita, su pañuelo y un Mercedes 190 negro; lo saludé, me presenté y me respondió cariñosamente con un beso en la frente. Se lo dije a mi madre y me explicó que vivía allí enfrente. Como mi abuelo no rompía a la hora de ayudarme, en 1989, con quince años me volví a Cádiz para ir con el maestro a la escuela de El Puerto, donde ya estaban Joselito de los Reyes, Padilla…

¿Qué pasó en tu etapa de la escuela?

Rafael Ortega empezó a llevarme al campo y permitió que el 16 de abril de 1991, en Vejer, tuviera mi primera actuación, ya de luces. Otros intervinientes fueron Francisco Alcántara, el hermano de Chamaqui (que entró sustituyendo a éste, recién cogido por una vaca), Maravillas y Antoñito Ortega, de Los Barrios, que de novillero andaba increíble. Corté el rabo al novillo. Después fui a Los Barrios y en 1992 me pusieron en un par de sitios. Ahí ya mi abuelo se picó conmigo e incluso dio una novillada en Constantina para que yo toreara.

¿Podemos resumir tu etapa de novillero con caballos?

El 28 de marzo de 1993, día de mi cumpleaños, debuté con caballos en Azpeitia. Pensaba que no iba a ir nadie pero mi tío tenía cartel en Francia y de allí fue mucha gente. Los novillos fueron de Caridad Cobaleda, santacolomeños, y mis compañeros, Antonio Ortega, de Madrid, Daniel Granado de Bilbao. Estuve bien; al primero lo pinché pero le corté las orejas al segundo. Fue un gran paso de confianza para la gente que me rodeaba.

Otro paso importante ese mismo año fue La Gran  Oportunidad de Antena 3, que organizaba Palomo Linares. Tuve la suerte de que fui a su casa antes de mi debut y me regaló dos toros; así es que me vio y decidió contar conmigo para la competición. En julio participé junto a Antonio Barrera y José Tomás Román Martín, que debutaba con caballos; éste y yo y cortamos dos orejas cada uno. Junto a Sebastián Córdoba pasamos a la final, que se celebró el 7 de agosto en Benidorm. Con dos vueltas en el primero y dos orejas y rabo en el segundo me llevé el premio, que consistía en un Mercedes 190. José Tomás, cada vez que me ve, me lo recuerda: “Te llevaste el Mercedes”. Se me desbordó todo; toreé quince novilladas pero, a primeros de septiembre, un novillo en Galapagar me rompió los gemelos y me dejó cojo dos meses, con lo que perdí otras quince novilladas.

El año 1994, toreé mucho, fui a todos lados (Castellón, Valencia, Bilbao, Santander, Nimes…) y, con cuarenta novilladas, quedé segundo del escalafón, detrás de Francisco Rivera. En 1995, el tercer año de novillero con caballos, estuve en San Isidro dos tardes. El 2 de mayo estuve muy bien pero pinché y el 16 de mayo murió Lola Flores y había mucho viento; esa tarde fue un poco desastre y me hizo daño profesionalmente. En Sevilla estuve el 21 de mayo, ante novillos de Torrestrella, con José Tomás y dimos una vuelta cada uno. Me pusieron mucho por los pueblos de Madrid, Cenicientos, Ladrada…, todo el Valle del Terror, y cerré con treinta y dos novilladas.

Al año siguiente, en 1996, antes de tomar la alternativa, estuve dos veces en Madrid, donde corté una oreja, y fui dos tardes a Sevilla, una con novillos de Torrestrella y otra con los de Carlos Núñez. También fui a Pamplona, donde corté oreja, o a Burgos, con otra oreja. En total, fueron veintidós novilladas en media temporada.

¿Qué es peor, tener que ir al Valle del Terror antes de ir a Madrid o ir a Madrid antes de torear por el resto de plazas?

Ahora lo tienen peor. El peor toro es el que no se torea. Lo novilleros lo tienen muy difícil y más difícil que lo van a tener. Todavía disfrutamos de algunas figuras, Ponce, Morante, El Juli… En todos estos años sólo ha salido uno, Roca Rey. Ir al Valle del Terror te beneficia si tienes continuidad, porque coges ritmo y oficio. Si no estás rodado no tienes hecho el ojo y cuando ves ese pedazo de toro que sale de los chiqueros crees que es un elefante. Hasta para colocarte tienes que estar preparado; no te digo con la espada y la muleta.

¿Cómo viviste el momento de la alternativa?

Yo tenía ya que tomar la alternativa y el 20 de julio me la dio en Valencia, ante toros de Puerto de San Lorenzo, Emilio Muñoz, que a su vez la había recibido de Paquirri en esa misma ciudad. Fue testigo Víctor Puerto, que había salido a hombros dos tardes en Madrid esa misma temporada. Recuerdo que, al llegar al patio de cuadrillas, cómo tendría la cara de desencajada que Muñoz, al que veía personalmente por primera vez, me dijo “José Antonio, ven aquí a mi lado, que te veo un poco atacado; no es para tanto”; me dio un balón de oxígeno. Estuve bien y di dos vueltas en el toro de la alternativa, que se lo había brindado a mi madre; mi abuelo iba poco a verme y cuando iba se ponía en la boca de la entrada para que nadie lo viera.

¿Tu madre solía ir a verte?

Los días importantes iba a verme. No sólo es aficionada sino que toreaba muy bien y practicaba con sus hermanos; mi abuelo decía que si hubiera sido varón habría toreado mejor que los dos juntos.

¿Cómo resultó esa primera temporada?

Esa temporada de la alternativa se desarrolló bien porque, a pesar de empezarla a mediados, toreé veintidós corridas de toros. Recuerdo una tarde en Albacete con ganado de Cebada Gago y corté una oreja a cada toro, siendo la corrida televisada. Venía de Gijón, donde recibí una cornada y corté tres orejas en tarde muy buena; esa plaza es muy bonita y el público, maravilloso.

¿Puedes resumir tus siguientes temporadas?

El año 1997 fue muy bueno en todos los sentidos. Confirmé y fui premiado por la mejor estocada en Madrid. En Barcelona, por la tarde del 3 de mayo y otra de agosto, gané el premio al triunfador de la Temporada. En Algeciras corté dos orejas a un toro; en Jerez corté tres. También recuerdo Valencia, Cuenca... En total fueron sesenta y una corridas. En 1998 a Madrid fui cuatro tardes pero las cosas no salieron; entonces tuve que afrontar toros de menor calidad y lo resolvía yéndome a pitón contrario. Me costó mucho echar la temporada para adelante. En septiembre corté, después de cuarenta actuaciones. En 1999 me volvieron a poner en Sevilla y en Madrid pero ya los toros no eran de los que dan facilidades; terminé con treinta y una corridas. En el 2000 toreé veinte tardes; en 2001, veintiuna; en 2002, cuarenta y dos; en 2003, cuarenta y tres; en 2004, cincuenta; 2005, cuarenta y dos…

¿Has estado en Portugal, en Francia y en América?

En Portugal he estado en tres o cuatro sitios, Moita, Vilafranca... Fue hace mucho tiempo; allí salen unos pedazos de toros que… En Francia estuve en Nimes, en Bayona dos años, en Dax otros dos; ahí, una vez con Rincón y Vicente Barrera y otra con Joselito y El Cordobés, las dos tardes salí triunfador. Me respetaban mucho y me tenían mucho aprecio. En América no me he prodigado pero he estado en Bogotá, Quito, San Cristóbal, Valencia de Venezuela… Han sido viajes de ir y venir.

¿Te han castigado mucho los toros?

Comparado con Ortega Cano o Padilla, no, pero ellos han toreado tres o cuatro veces más que yo. Tengo veinte cornadas. La más grave fue en Málaga el 18 de agosto de 1998, cuando un toro de Guardiola me cogió por el cuello. En Cenicientos un novillo me cogió mal. En Moita, también en 1998, tuve una cornada fea. En el campo una vaca me quedó mal, otra me partió el bíceps…

¿Con qué apoderados has estado?

Desde el principio me hacía las cosas mi tío Riverita pero a partir del tercer año de novillero me apoderaba Javier Chopera (de los Choperitas, que antes habían estado con Paquirri), aunque me acompañaba su hijo. En 1998 estuve con Simón Casas y Enrique Patón. En 1999 volví con los Choperitas de nuevo. Desde el 2000 estoy con José Luis Cazalla y sigo. Incluso los festivales me los hace él; si yo me pusiera a negociar no torearía nunca. Las dos corridas de este año las he hecho por amistad.

¿Qué premios has recibido?

Después del premio de La Gran Oportunidad, la espada me ha ayudado. He matado bastante bien. Tengo premios a la mejor estocada en El Puerto, en Jerez, en San Isidro, Barcelona, Valencia, Algeciras… La espada marca mucho la diferencia a la hora de ser figura del toreo. En Barcelona además fui triunfador de la temporada. Ahora te voy a contar una anécdota. En Torrejón de Ardoz me dieron un premio a la mejor faena y al triunfador de la feria de 1998 pero no fui a recogerlo. Este año pasado fui en octubre a Zaragoza a ver a Cayetano y, estando en el callejón, me llaman desde el tendido y me dicen que la señora de al lado me estaba poniendo verde, porque decía que no me presenté a recoger el trofeo, que ella sigue guardando en su casa. Me puse al teléfono y le pedí disculpas diciéndole que en aquella época yo era joven y no sabía lo que hacía. Al salir de la plaza nos dimos un beso y quedamos para organizar una cena y recoger el premio.

Canales Rivera en Priego de Córdoba

¿Cuáles son tus mejores recuerdos?

Me quedaría con el toro de mayo en Barcelona, uno de Murteira Grave, al que corté una oreja después de cuatro pinchazos; sirvió para ponerme otra vez, con Ortega y Muñoz. También recuerdo la tarde de Jerez, compartida con El Tato y Padilla, ante ganado de Carlos Núñez. Son muchas. La de los victorinos en Constantina el primero fue malo pero no lo pasé mal y luego cuajé el segundo, que fue bueno; me hinché a pegar pases y fue importante estar con ese animal. En Montoro estuve a punto de indultar un toro, aunque me dieron los tres avisos y me multaron. Está la tarde de 2 de agosto de 2001 en El Puerto, con Ojeda y José Tomás, que también me dio un empujón, porque me sirvió para ir a Sevilla ese mes y al año siguiente. Mi carrera ha estado llena de altibajos pero nunca he perdido la fe en mí mismo. Lo importante es lo que va a venir ahora, pues me quedan unos años para aprovecharme de lo bueno o malo que he sido.

Habla de tus proyectos a corto plazo.

Con un poquito de suerte en 2020 voy a echar una temporada muy bonita, porque contemplo unos proyectos. Seguiré con festivales y hay una idea para torear en la provincia de Cádiz. Además, me encantaría ir a Madrid.

Una última pregunta. ¿Cómo ves el panorama actual de la tauromaquia?

Estábamos sufriendo unos ataques terribles de los antitaurinos, que no nos los merecemos ni los profesionales ni los aficionados. Ahora llevamos un par de años que estamos respirando porque hemos hecho cosas para reivindicarnos. Sin embargo, parece que van a llevar al Congreso de los Diputados algo para atacar el toreo. Espero que eso no salga y que podamos disfrutar cuarenta o cincuenta años más, como mínimo. El toreo necesita de los políticos y a las figuras les digo que les va a pasar como al Rey, que se van a tener que posicionar en esto que está pasando. Si no apoyamos todos en la misma dirección se nos pueden colar por cualquier sitio.

Canales Rivera y Marciano Breña

Ponemos punto final a la conversación, que nos ha ofrecido generoso, y dejamos a Canales Rivera mientras lleva al caballo a su cuadra. Nos despedimos hasta vernos en un encuentro con aficionados en el Parque González Hontoria de Jerez. Salimos pensando que un torero con su herencia en la sangre y la pasión en el corazón es un premio para los aficionados y un seguro para los públicos cada vez que quiera bajar al ruedo. Ciertamente, está decidido a bajar.

Canales Rivera: “En 2020 voy a echar una temporada muy bonita”