viernes. 19.04.2024

'Pena, penita, pena' de España sin Lola Flores

Este 16 de mayo se cumplen 25 años de la muerte de la Faraona

Hace veinticinco años ya. Perece mentira. El tiempo cabalga siempre a contrarreloj. Nos dejó un aciago 16 de mayo. Lola Flores, jerezana por los cuatro costados de su cuerpo delgado y eléctrico, se movía al son de una virtud casi divina: era un ser pasional que arrollaba allí donde se hiciera presente. Una mujer sin parangón, una artista sin igual.

España entera lloró esta muerte que parecía materia de una pesadilla. ¿Un mal sueño? Nadie se creía -nadie quería creerse- la pérdida de esta voz de estaño con tronío alto de peineta en el claroscuro de las noches de triunfo por los escenarios -por los teatros- del ancho mundo. Las tablas eran un remolino de fascinación a sus pies.

De Jerez al mundo. De Jerez a la España en blanco y negro de cuando entonces. Para hacer los madriles. Y de Madrid a las Américas, como una diva con temperamento redondeado por los lunares de su castiza bata de cola. Erguida como el compás flamenco más racial. No lo tendría fácil, pero su braceo lo pudo todo.

Luchadora -con una personalidad que era catarata de poderío-. Folclórica por antonomasia de un país de zambra y llanto en lo secreto. Hablaba por los ojos y miraba con la boca de cuya lengua saltaban salerosas chispas. Cómo se las maravillaría ella en un terreno tan árido como la España de noches chamuscadas por el carbón de la posguerra.

Era capaz de volar sobre una losa con centímetros de bulerías. Y llegó el torrencial de los éxitos como quien suelta la bocanada de un arte jamás contrito. Lola Flores era desfogue y oxigenación, lírica y épica, llanto y carcajada, vena y dientes, descosidos y collares, rizo y carmín, brote y rebrote, lucha y no pugna, lerele y Caracol, Pescaílla y churumbeles.

¡Cuánto ha llovido de entonces acá! Veinte años no será nada. Pero veinticinco sí. Y por largo. Se cumplió la premonición de Alfonso Guerra porque, en efecto, a esta España ahora ya no la conoce ni la madre que la parió. Quizá porque falta el coraje pasional del que hizo gala -por derecho propio- esta reina gitana de nariz aguileña.

Con Lola murió -el tiempo así lo ha demostrado- un trozo cañí de la España más genuina. Su obra ha continuado en una especie de paulatino renacimiento de la copla que colorea de blanquiverde la cultura de nuestros ancestros. Recordar a Lola es remover las entrañas de un espíritu de paloma blanca con alas de plata.

25 años sin nuestra artista más universal. Sin la algarabía de este prodigio que siempre fue niña vivales correteando por la verde esperanza de la calle Sol. En apenas 24 horas 150.000 personas pasaron por su capilla ardiente en el Centro Cultural de la Villa de Madrid.

Todo un país la quería con tientos de admiración sin melindres. Todo un país a la vera, verita, de un mito de frontalidad y embrujo. Ha llovido, sí, demasiado desde aquel fatídico 16 de mayo de 1995. Nos queda nuestro recuerdo y nuestra realidad, nos quedan sus coplas y nuestra actualidad: ¡Qué ‘Pena, penita, pena’ de España sin Lola Flores!

'Pena, penita, pena' de España sin Lola Flores