viernes. 19.04.2024

De cómo Pedro Pacheco salvó la pureza de la Santísima Virgen

Curiosidades intrahistóricas jerezanas

Jerez ha celebrado con solemnidad y majestuosidad la festividad de la Inmaculada Concepción. A este tenor destaquemos cuatro curiosidades intrahistóricas jerezanas.

Pedro Pacheco, ex alcalde de Jerez | Imagen de Javier Fergó

Primero: Cabe reseñar que, haciendo Historia, este prodigioso dogma católico bien merece capítulo aparte en nuestro patrio suelo, pues como ya proclamara el ilustrísimo obispo de Brujas, monseñor Malou, “España ha sido el instrumento de la Divina Providencia para allanar el camino a la definición de ese misterio”. No eran en España individuos o entidades colectivas las que abogaban por la definición dogmática ya que, al decir del padre Poiré, “ha sido siempre creído y profesado en nuestra patria este misterio, y no han hecho menos nuestros reyes por su rápida definición que por la conservación de sus propios tronos y coronas”.

Segundo: El primer y fervoroso defensor de la Purísima que hallamos en nuestra nación, con anterioridad al venerable Escoto, es el gran humanista Raimundo Sulio, que ya desde mil doscientos ochenta y seis la defendió públicamente en la Sorbona -Universidad de París-, tanto verbalmente como por escrito. Al terminar su obra 'Libro de los principios de Teología', añade: “Terminadas están las reglas de los principios de la Teología bajo el patrocinio de la Bienaventurada Virgen María Concebida sin Mancha”.

Tercero: En el siglo XV empiezan las lides concepcionistas y anticoncepcionistas por las más brillantes y capacitadas inteligencias de la Universidad de Salamanca. Defienden el misterio de la Inmaculada Alfonso Villadiego de Madrigal, Juan de Segovia, Juan de Sahagún y Cisneros, principalmente. Y la impugnan Juan de Torquemada y Diego de Deza.

Y cuarto: Al frente de todos los defensores de la Purísima, en el Concilio de Trento, hallábase el ilustrísimo señor obispo de Jaén, don Pedro Pacheco. Éste, en la sesión en la que iba a tratarse la cuestión del pecado original, se dirigió a los concurrentes en los siguientes términos: “Me parece bien, pero ante todo hay que ver lo que se resuelve acerca de la Concepción de María… pues es preciso dejar terminado este asunto en el Concilio”. Y, al parecer, ante el decreto redactado el ocho de junio de mil quinientos cuarenta y seis para ser discutido,  exclamó el ilustre prelado español: “No me gustan esas palabras de ‘ley universal’, pues parecen que se incluyen en ellas a la Virgen, añádase ‘dejarla a salvo’, pues dispuso Dios otra cosa, como piadosamente se cree, de la Bienaventurada Virgen". De modo que tal apreciación fue tajantemente respetada y finalmente cumplida. Y es que, como observará el lector, esto de llamarse Pedro Pacheco siempre habría de comportar heroicas hazañas dialécticas.

De cómo Pedro Pacheco salvó la pureza de la Santísima Virgen