Bulería de la Perla
"Yo soy el hombre tranquilo
que ve, sentado en La Perla,
el trajinar de mendigos
y la vida de reventa."
Estas lineas las escribo, como la letrilla anterior, en homenaje y recuerdo de mis amigos Diego Rubichi y Antonio el Monea, que ya están con nosotros de otra manera. Y a los que sigo saludando cuando paso por la puerta del 27 en las Angustias; y siempre, siempre, que me detengo a tomarme una copa en el bar La Perla.
En la puerta de La Perla, frente a la plaza de abastos se sentaban los dos - el gran cantaor y el casanova mas raro que han visto los siglos- a pasar revista a los ejércitos de Doña Blanca: en vanguardia los entradores de pescado y marisco con su tropa y los churreros...en retaguardia la fiel infantería con sus camarones, cabrillas, caracoles, tagarninas, espárragos, los especieros.
Ayer, como suelo, entré en la perla tanto por gusto como por cambiar de siglo; porque sepan ustedes que este negocio - con su enorme portón, sus ventanales, su imponente barra de madera y mármol y su suelo ajedrezado- lleva pasando inadvertido para buena parte de los jerezanos desde 1889.
Una vez dentro, y durante el trasiego, conversamos breve y vanamente sobre un Jerez perdido y mas amable: Ciudad de Santander, La P.U., Tomás García, Eureka, la Malagueña, Álvarez...
Después volví al presente camino de casa, y sin demasiada nostalgia crucé ese agujero en el tiempo que es la puerta de La Perla. Volveré.