jueves. 18.04.2024

Dar de comer a las palomas, un gesto tan bohemio como peligroso

ANECPLA alerta de los peligros que trae consigo dar de comer en la vía pública a animales callejeros

Una entrañable anciana lanzando migas de pan duro a las palomas, en medio de un plaza pública, puede resultar a simple vista una imagen bucólica, incluso tierna. Y quizás lo sea. Sobre todo, si la entrañable anciana es ajena a los innumerables riesgos para la salud pública que acarrea alimentar, en las ciudades, de forma indiscriminada a animales como palomas y gatos callejeros.

Histoplasmosis, Clamidiosis y Toxocariasis son solo algunas de las enfermedades que pueden llegar a transmitir estos animales, por no hablar de otras tantas de las que cucarachas, ratas y otros insectos pueden ser vectores. Y es que no hay que descuidar el detalle de que los restos de comida destinada a encantadores gatos o exuberantes palomas son pasto ideal de animales no tan atractivos como ratas, ratones, cucarachas, hormigas y un largo etcétera.

“El número de colonias de gatos callejeros o plagas de palomas comunes se ha visto incrementado de manera abismal en los últimos años, en gran medida debido al alimento que ciudadanos, no autorizados, les ofrecen”, explica la directora general de ANECPLA, Milagros Fernández de Lezeta.

Los resultados demuestran que las poblaciones de palomas disminuyen un 50% sin comida y que las colonias de gatos salvajes lo hacen hasta en un 45%. “Es importante que se ataje este problema por parte de las administraciones públicas”, demanda Milagros Fernández de Lezeta, directora general de ANECPLA.

“De lo contrario”, alerta, “la situación puede llegar a agravarse considerablemente a muchos niveles”. En el caso de las palomas, por ejemplo, los perjuicios no apuntan sólo a la salud, sino que, y si bien es ésta la máxima prioridad, no hay que dejar de tener en cuenta los importantes daños que su presencia causa tanto al mobiliario urbano como al patrimonio arquitectónico de las ciudades.

Sus heces, que pueden llegar a los 15 kg. al año solo en una ciudad como Madrid, son altamente corrosivas y muchas contienen además semillas que germinan en las fachadas de los edificios protegidos, afeándolos y dañándolos. Ensucian calles y edificios, taponan desagues con los importantes perjuicios que ello conlleva y dañan la propiedad tanto pública como privada.

En la bella ciudad de Venecia, donde este problema es, desde hace ya no pocos años, un verdadero quebradero de cabeza para sus gestores, ya que la población de estas aves llega a duplicar a la de sus ciudadanos, existe una ordenanza al respecto que, desde el año 1997, prohíbe alimentar a las Palomas en toda la ciudad -a excepción de la turística plaza de San Marcos-.

Los restos de alimentos también fomentan la aparición de nuevas plagas

Por su riqueza en materia orgánica, los restos de comida son un buen soporte para el desarrollo de microorganismos y de plagas. Cuando un individuo coloca una lata de atún abierta para alimentar a los gatos de su barrio o cuando un abuelo con su nieto lanza trozos de pan a las ansiosas palomas, en realidad no sólo están poniendo en riesgo la salud de todos los individuos de esa zona, sino que están ofreciendo la materia prima ideal para el desarrollo de otras muchas plagas menos agradables como son las ratas, las cucarachas o las hormigas.

La acumulación de restos de alimentos en las vías urbanas puede llegar a constituir un problema sanitario serio y afectar de manera abrupta al bienestar de la sociedad. Las cucarachas, ratas y hormigas son también vectores de otro cuantioso número de enfermedades que afectan al ser humano en mayor o menor medida.

Por tanto, deben de ser observadas y controladas tanto por las administraciones públicas como por los propios ciudadanos que, en la mayoría de los casos, son causantes principales de que estas plagas urbanas conquisten barrios enteros sin una explicación aparente.

“Además de ser un problema higiénico”, alerta Milagros Fernández de Lezeta, directora general de ANECPLA, “las cucarachas y todo este tipo de plagas, pueden ocasionar graves enfermedades, como la disentería y la salmonelosis, además de generar alarma social debido a su mera presencia si esta es masiva”.

Asimismo, cucarachas o ratones son susceptibles de provocar alergias en las personas, manifestándose éstas en forma de estornudos, comezón, lagrimeo y escurrimiento nasal; y en algunos casos, esas manifestaciones se pueden complicar ocasionando una crisis asmática severa en caso de que el sistema inmune de la persona afectada no responda adecuadamente.

Todo acto tiene su consecuencia o consecuencias directas y una simple lata de atún puede en este caso desencadenar una serie de situaciones poco favorables para la salud pública y la higiene ambiental. “Por este motivo”, explica Fernández de Lezeta, “resulta de vital importancia que los ciudadanos estén informados y sean conscientes de los riesgos que suponen cada una de sus acciones a nivel público”.

Dar de comer a las palomas, un gesto tan bohemio como peligroso