viernes. 29.03.2024

Obligada a convivir con su agresor sexual 

Fue asaltada y abusada sexualmente por su vecino en el ascensor de su domicilio

Se trata de un caso insólito y a todas luces incomprensible. Una especie de pez que se muerde la cola en la sinrazón del aparente desamparo legal. Una joven de Elche fue hace cuatro años asaltada. ¿Por quién? Por su vecino. ¿Dónde? En el rellano de su edificio: concretamente en el ascensor. La chica se vio sorprendida por este ataque fortuito. In extremis. A bocajarro. A traición.

En efecto el vecino abusó sexualmente de ella, aunque finalmente pudo zafarse y correr a todo trapo, poniendo pies en polvorosa, hacia su domicilio. Con el corazón a mil, con el estómago en la garganta, con los nervios a flor de piel. Los ojos fuera de sí. El alma en vilo. El llanto desparramado. El temblor en los huesos. La respiración alterada. El miedo en los tuétanos.

La familia la animó a denunciar. A denunciar de inmediato. De modo que eso hizo, pero también de inmediato comenzó un calvario que no cesa. ¿Por qué? Porque la mujer ha ganado todos los juicios pero su agresor los ha recurrido. Uno por uno. Y el asunto ha llegado hasta el Tribunal Constitucional. Y, mientras sí, mientras no, en el ínterin, agresor y víctima continúan habitando el mismo edificio. Siendo vecinos.

La joven está convencida de una realidad: será imposible superar el trauma de la agresión dada la cercanía del agresor. Siente miedo. Siente pánico. Siente impotencia. No puede superar la psicosis de volver a coincidir con su vecino en el lugar de los hechos. Tan es así que tiene que avisar a su padre cuando regresa del trabajo, al objeto de que baje a buscarla. Para más inri, el agresor se ha acogido a la justicia gratuita, para prorrogar su condena en firme, instancia tras instancia, y, por el contrario, la víctima tiene que costearse su propio abogado.

Obligada a convivir con su agresor sexual