viernes. 26.04.2024

Tras 53 años casados mueren por coronavirus cogidos de la mano

"Sus ojos se abrieron y sus cejas se alzaron: sabía que ella estaba allí"

Ésta es la historia de Curtis y Betty Tarpley. Una historia de amor clásica. Una historia de amor de las de entonces. Con una pureza sin dobleces. Se vieron por vez primera cuando coincidieron en clase en la escuela secundaria de Illinois (Estados Unidos). Fue un flechazo.

Enseguida se enamoraron. Entre apuntes. Entre libros de texto. Entre ilusiones de una vida por delante. Se enamoraron perdidamente uno del otro. Y ya hasta el fin de sus días. Sin altibajos. Sin interrupciones.

Decidieron formar una familia. Y con el tiempo se casaron. Tuvieron dos hijos. Y la felicidad siempre aureolando sus biografías. Una pareja donde el amor marcaba cada paso. Cada minuto de unión.

Pues bien: el mes pasado, 53 años después de darse el «sí, quiero», el matrimonio murió a causa del coronavirus cogidos de la mano y con solo unos minutos de diferencia. Amor eterno hasta que la muerte los separó.

Sucedió en Texas. En un hospital. El relato proviene de los familiares directos. Betty, de 80 años de edad, llevaba enferma varios días cuando sus hijos la llevaron al Hospital Metodista Harris Health Texas Fort Worth y descubrieron que tenía Covid-19. Una mala noticia.

Ingresó el 9 de junio y su esposo, de 79 años de edad, corrió la misma suerte dos días más tarde. Parecían sincronizados. Con todo, se encendió una luz de esperanza. Curtis mejoró. Lo hizo considerablemente. Tanto que las enfermeras lo llevaban a visitar a su mujer. Así pasaban más tiempo juntos.

Por el contrario, la salud de Betty, por su parte, empeoró y los médicos que se encargaban de su caso avisaron a sus hijos de que le quedaba poco tiempo. «Solo grité "¡No!". Y pensé: "Tengo muchas otras cosas que hacer en esta vida que quiero mostrarles y no estoy listo"», declaró uno de ellos.

Pero la mala noticia no vino sola: no habían acabado para la familia. Y es que, pese a la mejoría que estaba experimentando, los niveles de oxígeno de Curtis se desplomaron poco después de conocer el estado en el que estaba su mujer. Otro jarro de agua fría para todos.

«Realmente siento que a él le gustaba luchar porque se suponía que debía hacerlo», confesó su hijo. «Creo que luchó porque pensó que el equipo lo necesitaba, pero también estaba cansado y sufriendo».

Antes de que ambos falleciera, el joven pidió a una enfermera que organizara un encuentro entre ambos. Blake Throne, una de las trabajadoras de la UCI donde estaba Curtis, consiguió trasladar a Betty a la misma zona para que ella y su esposo estuvieran al lado. Algo absolutamente maravilloso.

«Sus ojos se abrieron y sus cejas se alzaron», relató la empleada. «Sabía lo que decíamos. Sabía que ella estaba allí». Y pese a que no contaba con fuerzas suficientes para mirar a su compañera de vida, el equipo médico puso la mano de Betty sobre el brazo de Curtis para que pudiera sentirla.

Y por supuesto que se sintieron. «Sinceramente, creo que estaban tan incapacitados que todo lo que podían hacer era hablar con sus almas o algo así, un lenguaje especial no hablado», matizó su hijo.

«Obviamente se conocían lo suficientemente bien como para poder comunicarse sin palabras». Betty murió 20 minutos después y Curtis la siguió unos 45 minutos más tarde sin soltarla en ningún momento de la mano. Agarrados dejaron la vida terrenal para así entrar en la eternidad.

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